Derecho

Internacional
25 de marzo de 2022

Revisitando el rol de las oligarquías

Comúnmente el vocablo “oligarquía” suele asociarse con discusiones retoricas de tinte electoral y poco contenido jurídico-económico. El desgaste inducido por su uso inapropiado nos había alejado de la importancia que realmente tiene este concepto en el contexto de los cambios que experimenta la sociedad global.

Fue en la década de los 90, en el marco de la transformación de las economías planificadas hacia el nuevo paradigma neoliberal, que se abrió paso la idea de sustituir sectores económicos ganadores (campeones) por una idea más ingeniosa: la de que fueran ciertos individuos los afortunados empresarios (campeones) del control de actividades económicas estratégicas, como fundamento para generar valor e impulsar el crecimiento de la economía desde la nueva visión de la todopoderosa iniciativa privada en interacción con la infalible economía de mercado.[1]

Sin embargo, en la creación de esta nueva clase empresarial, investida con la enorme responsabilidad de jalonar las nuevas economías, se concibió como natural y lógica la cesión del control de la explotación de ciertos recursos naturales por parte del Estado a individuos o grupos económicos. Bajo este paradigma se plantearon las estrategias de desarrollo en muchos de los países en desarrollo y a medida que, con pasmosa ligereza, se daba por probaba su validez, se fue profundizando el modelo de privatización hacia otros sectores como los servicios postales, de telecomunicaciones, salud, carcelario o de educación, los cuales según esta visión, podían garantizar una mejor adaptación a los cambios tecnológicos y a las nuevas necesidades imperantes, ello de la mano de las buenas ideas, la capacidad gerencial y por supuesto, el genuino compromiso patriótico de aquellos pocos pero afortunados empresarios.

Este bagaje histórico que acompaña el surgimiento de las oligarquías como soportes del sistema neoliberal y de la globalización, ha ganado una renovada relevancia dentro del debate actual suscitado por los numerosos llamados a asfixiar la oligarquía rusa como una de la estrategias para poner fin a la guerra en ucrania y forzar por dicha vía al presidente de ese país para detener su feroz intervención militar contra Ucrania.[2]

Pero más allá de la verosimilitud de tales propósitos, queda en el aire la preocupante constatación de que muchas de nuestros sistemas económicos dependen de la capacidad empresarial de individuos/empresas que acaparan, por la vía de opacos privilegios, una importante parte de la actividad económica. Esta dependencia y opacidad se traslada al plano político donde la agenda legislativa y de gobierno es controlada por estos poderosos agentes, convertidos en grupos de presión que frecuentemente actúan alejados del interés general.

Igualmente inquietante resulta la constatación de que la globalización que ha servido, efectivamente, como activador de una mayor movilidad de los factores de producción a través de cadenas globales de valor, al mismo tiempo ha creado o facilitado las condiciones para mimetizar grandes fortunas en paraísos fiscales o inversiones suntuosas a costa de la evasión fiscal local.

Este encuentro brutal frente al espejo de la historia se da en momentos en que el péndulo del pensamiento económico parece devolverse dándole de nuevo un protagonismo a los Estados no solo en relación con el manejo de sus recursos estratégicos sino de su habilidad para crear los incentivos que permitan a la economía de mercado detener la caída libre hacia los efectos irremediables de cambio climático o la destrucción definitiva de los recursos naturales.[3]

Autor:

Guillermo Rodrigo Corredor
Docente investigador
Departamento de Derecho Económico

Referencias:

[1] Rodrik, D, 2011 “La Paradoja de la globalización” Antoni Bosch, Barcelona. p. 97

[2] The Economist 2022, “It’s not easy being an oligarch”

[3] Ver: Mazzucato, M. (2021) “Mission Economy, A moonshot guide to changing capilatism”, Allen, Lane, Londres, p.137