Derecho

Crisis mundial
11 de mayo de 2020

Renta Básica Universal, Inclusión digital y “NiNis”

En el marco de la crisis del Covid-19, una de las ideas que se ha vuelto a someter a discusión es la implementación de medidas como la Renta Básica Universal (RBU). Si bien esta idea no es nueva, su discusión en el contexto de la economía digital nos plantea retos interesantes como el de definir el alcance real del concepto de inclusión digital, confrontándolo con la exclusión efectiva de las oportunidades del mundo laboral que afrontan miles de jóvenes “conectados”. Igualmente relevante resulta la evaluación sobre los impactos de la robotización, y el despliegue congruente de políticas públicas “inteligentes”, dirigidas a remunerar externalidades positivas actualmente ignoradas por el mercado.

Desde el inicio de la crisis social producto de las medidas necesarias para atenuar los efectos de la pandemia global, muchas voces han insistido en la oportunidad para avanzar por fuera de la ortodoxia económica e implementar medidas como la Renta Básica Universal (RBU). Dichas propuestas no han surgido de la nada, por el contrario la idea de remunerar o monetizar las actividades que millones de personas desempeñan cotidianamente, generando externalidades positivas, que no están reconocidas por ningún tipo de relación contractual laboral, es una idea que ya se ha abierto espacio en algunos países del primer mundo.

Dejando de lado la animosidad de las propuestas y el oportunismo que termina desfigurándolas, es necesario avanzar en relación con los argumentos sobre la conveniencia del establecimiento de una RBU y sobre todo de hacerlo en el contexto de la coyuntura económica generada por el Covid-19, lo cual implica necesariamente asimilar críticamente los avances en materia de economía digital con que contábamos antes del inicio de la crisis. No sin razón se ha reiterado que los países que aprovechan las crisis para reconfigurar sus sistemas productivos logran avanzar de manera más sostenida hacia el desarrollo sostenible volviéndose simultáneamente más atractivos frente a los nuevos tipos de inversión.

Un primer argumento está relacionado con la necesidad de dar forma y contenido al concepto de inclusión digital, más aún si se toman en consideración fenómenos socioeconómicos como el de los NiNis (jóvenes que ni estudian, ni trabajan). Las estimaciones sobre la cantidad de jóvenes en esta situación son alarmantes, pero aún más preocupante es constatar la ironía de considerar que dichos jóvenes hacen parte de la medición de población digitalmente incluida, cuando su realidad analógica es la de una flagrante exclusión del mundo de las oportunidades del mundo laboral.

La audacia en tiempos de crisis es el segundo argumento para avanzar hacia una RBU. En efecto, sí una de las promesas de una nueva economía de los datos es la de consolidar la robotización de múltiples procesos industriales y por ende de optimizar el despliegue de políticas públicas “inteligentes” dirigidas a controlar los efectos sociales de dicha disrupción tecnológica, podemos afirmar que la oportunidad está servida para que los avances de la era digital se irradien a todo el conjunto de la sociedad.

Desde luego, salta a la vista que el reto de movernos hacia una economía de los datos en medio de persistentes desigualdades sociales parece un contrasentido. Es allí, donde el rol del Estado deberá afinarse para crear las condiciones y promover políticas sociales efectivas e incentivos adecuados que logren la real inclusión de los NiNis, sus familias y sus emprendimientos.

 

Autor:
Guillermo Rodrigo Corredor  Castellanos
Docente investigador
Departamento de Derecho Económico

 

Referencias: