Derecho

Análisis Económico del Derecho
21 de septiembre de 2022

Behavioral economics: Algunas implicaciones respecto de la deshonestidad y la corrupción

La mayoría de los enfoques que desde la economía se hacen hacia la deshonestidad en general, y respecto de los fenómenos de corrupción en específico, son enfoques que asumen o se basan en el conocido paradigma de la ‘Teoría de la Acción Racional – TAR’. Bajo esta perspectiva comportamental, por ejemplo, comprender o sugerir las medidas que funcionan para controlar/mitigar actos de corrupción es una discusión que puede reducirse a diseñar los incentivos correctos (castigos o premios, costos o beneficios) para corregir tales conductas. Sin embargo, la virtud que provee la simplicidad de la TAR es a su vez su mayor defecto, ello máxime cuando precisamente se trata de escenarios en los que está de por medio comportamientos deshonestos, tramposos en general, o actos corruptos en específico.

En efecto, desde una perspectiva crítica, al enfoque económico convencional ortodoxo se le objeta que deja de lado o que trata de una forma muy imperfecta cuestiones como las preferencias morales de las personas, la ponderación individual de los costos y beneficios cuando se enfrentan dilemas éticos, la valoración de la integridad y la confianza en el otro dentro de una relación o una sociedad, estas entre otras cuestiones.

Sin embargo, lejos de pretender objetar la importancia del enfoque económico dentro del fenómeno de la deshonestidad y de la corrupción, hoy día, la teoría económica se ha ido enriqueciendo con una abundante literatura basada en la economía del comportamiento (behavioral economics), la economía experimental y la piscología que dan cuenta de situaciones como que incluso en escenarios en los cuales la deshonestidad o la corrupción es indetectable, las personas actúan de forma menos deshonesta, menos antiética de lo que la TAR predice. Del mismo modo, las ciencias del comportamiento y el behavioral economics en concreto han evidenciado que, por ejemplo, los sentimientos de reciprocidad resultan ser un factor decisivo para explicar la existencia de la corrupción[1]. El enfoque comportamentalista también sugiere que la deshonestidad puede deberse a presiones, normas o señales sociales que provocan un comportamiento tipo rebaño, ello como sucede con el conocido “Teorema de las ventanas rotas”[2], o que tales normas sociales suelen a su vez interiorizarse por cada persona, luego se traslapan y moldean las preferencias individuales (v.gr. “si la trampa es buena para ellos, pues es buena para mi”). Igualmente, este enfoque ha permitido explicar por qué cuestiones aparentemente irrelevantes como un sticker de unos ojos que observan[3] o el día del mes si influyen y de forma predecible en el comportamiento deshonesto y corrupto de las personas.

En este orden, complementar la teoría económica convencional con las ciencias y la economía del comportamiento, por un lado, ofrece una imagen más completa de las personas cuando se enfrentan a escenarios en los que es posible ser deshonesto o corrupto, y por otro lado, el mismo enfoque permite sugerir algunas nuevas estrategias de la manera cómo podría mitigarse este fenómeno. Sobre lo primero, vale mencionar por ejemplo que el Banco Mundial dedicó su informe de desarrollo de 2015 a las ciencias del comportamiento incluso sus implicaciones y eventuales métodos para luchar contra la corrupción[4]. Sobre lo segundo, por ejemplo, el Premio Nobel de Economía 2017, Richard Thaler ha desarrollado una línea de investigación comportamentalista en que explica cómo el sentido de cooperación o las preferencias endógenas de las personas sobre lo que se considera correcto (fairness) son factores que pueden desincentivar comportamientos antiéticos, pero también incluso que esta idea del fairness provoca que las propias personas castiguen tales comportamientos antiéticos[5]. Del mismo modo, junto con Cass Sunstein, el mismo Richard Thaler ha sido uno de los principales impulsores de las políticas basadas en los nudges (empujones) como una alternativa para incluso disuadir comportamientos deshonestos y eventualmente corruptos entre la población como. En desarrollo de esta idea, se han sugerido nudges éticos o morales para reducir la evasión de impuestos[6], por ejemplo, el hecho que en los formularios de declaración de impuestos la firma del contribuyente vaya al principio y no al final (como suele ser) se ha demostrado que es un práctico y sencillo nudge que reduce significativamente la deshonestidad en la declaración[7].

Con todo, las ciencias del comportamiento en general y el behavioral economics en específico y sus aplicaciones a comportamientos deshonestos, antiéticos o corruptos, se trata de un enfoque que pretende enriquecer (aunque a veces también objetar) el enfoque económico convencional racionalista sobre tales comportamientos. Se trata de un campo de estudio aun en expansión que puede ayudar a reguladores, agencias gubernamentales de vigilancia y policymakers (aunque también a agentes del sector privado) a mejorar su comprensión del fenómeno de la corrupción así como identificar las situaciones en las que es mas probable que se produzcan este fenómeno, y por lo mismo, el enfoque comportamentalista provee una serie de instrumentos del que podrían valerse el propio gobierno para ampliar la ‘caja de herramientas’ dirigidas a prevenir y mitigar la corrupción de forma más eficaz[8].

Autor:

Daniel Alejandro Monroy Cely
Docente investigador
Departamento de Derecho Económico

Referencias:

[1] Lambsdorff, J. G. (2012). Behavioral and experimental economics as a guidance to anticorruption. En New advances in experimental research on corruption. Emerald Group Publishing Limited. pp. 279-299

[2] Wilson, J. Q., & Kelling, G. L. (1982). Broken windows. Atlantic monthly, 249(3), 29-38.

[3] Bateson, M., Nettle, D., & Roberts, G. (2006). Cues of being watched enhance cooperation in a real-world setting. Biology letters, 2 (3), 412-414.

[4]World Bank. (2015). World Development Report 2015 – Mind society and behavior. Washington: World Bank.

[5] Kahneman, D., Knetsch, J. L., & Thaler, R. (1986). Fairness as a constraint on profit seeking: Entitlements in the market. The American economic review, 76 (4), 728-741.

[6] Hallsworth, M., List, J., Metcalfe, R., & Vlaev, I. (2017). The behavioralist as tax collector: Using natural field experiments to enhance tax compliance. Journal of Public Economics, 148, 14-31

[7] Shu, L. L., Mazar, N., Gino, F., Ariely, D., & Bazerman, M. H. (2012). Signing at the beginning makes ethics salient and decreases dishonest self-reports in comparison to signing at the end. Proceedings of the National Academy of Sciences, 109 (38), 15197–15200.

[8] Feldman, Y. (2018). The law of good people: Challenging states’ ability to regulate human behavior. Cambridge University Press. p. 203-204

Bateson, M., Nettle, D., & Roberts, G. (2006). Cues of being watched enhance cooperation in a real-world setting. Biology letters, 2 (3), 412-414.

Feldman, Y. (2018). The law of good people: Challenging states’ ability to regulate human behavior. Cambridge University Press. p. 203-204.

Hallsworth, M., List, J., Metcalfe, R., & Vlaev, I. (2017). The behavioralist as tax collector: Using natural field experiments to enhance tax compliance. Journal of Public Economics, 148, 14-31

Kahneman, D., Knetsch, J. L., & Thaler, R. (1986). Fairness as a constraint on profit seeking: Entitlements in the market. The American economic review, 76 (4), 728-741.

Lambsdorff, J. G. (2012). Behavioral and experimental economics as a guidance to anticorruption. En New advances in experimental research on corruption. Emerald Group Publishing Limited. pp. 279-299

Shu, L. L., Mazar, N., Gino, F., Ariely, D., & Bazerman, M. H. (2012). Signing at the beginning makes ethics salient and decreases dishonest self-reports in comparison to signing at the end. Proceedings of the National Academy of Sciences, 109 (38), 15197–15200.

Wilson, J. Q., & Kelling, G. L. (1982). Broken windows. Atlantic monthly, 249(3), 29-38.

World Bank. (2015). World Development Report 2015 – Mind society and behavior. Washington: World Bank.


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